La pintora Ana Peters nació en Bremen en 1932, pero su familia se trasladó a Valencia con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En Valencia, hizo sus primeros estudios artísticos en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos Formó parte del colectivo valenciano Estampa Popular y llegó a colaborar con el Equipo Crónica. Eran unos años los sesenta en los que, como apunta Barbara Rose, las mujeres no estaban muy bien consideradas en el mundo del arte, pero en los que, sin embargo, ella no tuvo problemas para posicionarse.

En 1985 fijó su residencia en Denia.

Pintora inquieta, a la que gusta investigar nuevas formas, su paleta ha recorrido distintos estilos. Tras un fugaz paso por la llamada abstracción lírica y el pop y luego de una larga temporada sin dedicarse de pleno a la pintura, centra su interés en la pintura monocromática, de la que haría una primera exposición en la Galería Punto de Valencia en el año 1993.

Peters utiliza una amplia gama de colores que se relacionan con determinados estados de ánimo de la artista y cuya principal influencia, proviene de las pinturas oníricas que Miró realizó entre 1925 y 1927. Pero dentro de sus monocromos, Peters realiza curvas, rastros o manchas que recuerdan movimientos de la naturaleza, ya sean las huellas de un pájaro o las olas del mar. Otra de las características de sus obras son las diferentes texturas que llenan sus telas y que consigue sirviéndose de toda clase de artilugios, ya que como ella dice: Cualquier utensilio sirve para usarlo en la pintura y puede dar un resultado fantástico.

El silencio, la intimidad, la minuciosidad y la tranquilidad están presentes en los cuadros de Peters, así como las huellas de artistas como Barnett Newman, Reinhardt, Clyfford Still o Rothko.