158 obras del autor: Valdés - (Juan de Valdés Leal)
Clasificador |
N° de obras |
Siglos XVI y XVII. Barroco | |
- Escuela española. Retratos | 2 |
- Escuela española. Religión | 145 |
- Escuela española. Mitología y Alegorías | 4 |
- Escuela española. Costumbres e Historia | 2 |
- Dibujos y Grabados | 3 |
Pendiente de clasificar | |
- Varios | 2 |
Apunte Biográfico |
Juan de Valdés Leal (Sevilla, 4 de mayo de 1622 - ibídem, 15 de octubre de 1690), pintor y grabador barroco español. Es conocido fundamentalmente por sus dos pinturas «de jeroglífico» sobre las postrimerías humanas: las alegorías Finis gloriae mundi (El fin de las glorias mundanas) e In ictu oculi (En un abrir y cerrar de ojos). Las pintó en 1672 para la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla, donde se conservan, y su asunto macabro alude al tema de la vanitas (vanidad humana) y amonesta sobre la caducidad de los bienes temporales y la brevedad de la vida terrena.
El 4 de mayo de 1622, es bautizado en Sevilla Juan de Valdés Leal, hijo del platero lusitano Fernando de Nisa y de la hispalense Antonia de Valdés Leal, por lo que su nombre, conforme a los usos actuales, sería Juan Nisa de Valdés. Sin embargo, como era costumbre en Sevilla, se hizo famoso usando el apellido materno, como hizo Velázquez. Sobre su formación artística no se dispone de información; al parecer, fue discípulo de Antonio del Castillo en Córdoba y allí se casó, en 1647, con Isabel, de ilustre familia, al decir de Antonio Palomino. Los encargos pronto empezaron a aparecer y Valdés Leal dispuso de casa propia con taller en la calle de la Feria. La epidemia de peste que sufre Córdoba en 1649 motivará la marcha de Valdés Leal y su familia al año siguiente a Sevilla, donde arrienda una casa en la calle Boticas. Su primer encargo en la capital andaluza está documentado en 1652: un ciclo de pinturas para el convento de Santa Clara en Carmona entre las que destaca la Retirada de los sarracenos. En 1654 de nuevo regresa a Córdoba, bautizando a su primera hija, Luisa Rafaela. Posiblemente al año siguiente realizaría un breve viaje a Madrid, contratando en 1655 la ejecución del Retablo de la iglesia del convento de los Carmelitas Calzados de Córdoba. El traslado de Zurbarán y Herrera el Viejo a Madrid durante esta década de 1650 abriría mayores oportunidades en Sevilla, donde Murillo quedaba como primer pintor. Esta sería la razón por la que Valdés Leal se instaló definitivamente en la capital sevillana en 1656, haciéndose con una no despreciable clientela, aunque contentándose siempre con trabajos de carácter secundario y a inferiores precios que Murillo. Su segunda hija -Eugenia María- nace en 1657 y al año siguiente Valdés Leal se dirige al cabildo municipal sevillano para solicitar que se le eximiese de la realización del obligado examen como maestro pintor, aludiendo a su precaria economía, situación que le acompañará a lo largo de su vida. El cabildo le concedió una licencia temporal que le permitió desempeñar su oficio sin ningún impedimento, alcanzando en 1659 el cargo de examinador municipal del gremio de pintores sevillanos. Al año siguiente fundó -junto a Herrera el Mozo y Murillo- la Academia de Pintura, ocupándose en primera instancia de recaudar las cuotas de los académicos para sufragar los gastos de la institución. Cuando Murillo abandonó la dirección de la Academia será Valdés Leal el encargado de dirigirla. Fue elegido, por esas fechas, mayordomo de la cofradía de San Lucas, del gremio de pintores. En 1661 nacerá su tercer hijo, Lucas, futuro heredero de su taller aunque no de su talento artístico. Entre 1664 y 1667 nacerán dos hijas más -María de la Concepción y Antonia Alfonsa-. Precisamente en 1667 ingresará en la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, para cuya iglesia del Hospital realizaría entre 1671-72 sus obras más famosas: los Jeroglíficos de las Postrimerías, formando parte del programa iconográfico diseñado por don Miguel de Mañara, artífice de estos magníficos trabajos. Destacan entre esta serie de cuadros In ictu oculi y Finis gloriae mundi, obras de tema macabro y alusivos a la banalidad de la vida terrena y a la igualdad humana en la vida de ultratumba que reflejan el pesimismo reinante a finales del barroco español, contrastando con la dulce visión de la vida que ofrece su contemporáneo, el pintor Murillo. En 1673 pintó una serie de cuadros sobre la vida de San Ambrosio para el oratorio bajo del Palacio Arzobispal de Sevilla por encargo del arzobispo don Ambrosio Spínola. Todos ellos desaparecieron durante la Guerra de la Independencia, cuando el mariscal Soult convirtió el Palacio en su cuartel general, y se dieron por perdidos hasta que reaparecieron en 1960 y 1981 en el mercado del arte; la mayor parte de los cuadros de la serie se conservan actualmente en el Museo del Prado de Madrid. En 1682, a la muerte de Murillo, Valdés Leal quedaba como el más importante pintor en Sevilla, a pesar de sufrir este mismo año un ataque de apoplejía que mermó sus condiciones físicas. Esta última década la dedicará a la realización de importantes ciclos decorativos en diferentes edificios religiosos sevillanos como el Hospital de la Caridad, la iglesia del Monasterio de San Clemente o la iglesia del Hospital de los Venerables, decoración esta última que compartió con su hijo Lucas ya que su salud se iba resintiendo paulatinamente. El 9 de octubre de 1690 Valdés Leal redacta su testamento, falleciendo a los pocos días para ser enterrado el 15 de octubre de 1690 en la iglesia de san Andrés de la capital hispalense. La obra de Juan de Valdés Leal manifiesta ya desde el principio un estilo absolutamente barroco, marcadamente naturalista y con tendencia al tenebrismo, con dibujo contundente, un colorido fuerte y poco matizado y unos volúmenes monumentales. Posee una particular sensibilidad pictórica inclinada hacia lo dramático, con gran ligereza de toque y un especial interés por la expresividad, que protagoniza sus composiciones en detrimento de la belleza y la corrección formal. Tenía inclinación por la temática macabra o grotesca, pero con un vivo sentido del movimiento, brillante colorido y dramática iluminación. A pesar de ser contemporáneo de Murillo, su temperamento era completamente opuesto; Valdés Leal, nervioso y violento, se dejaba seducir más por el movimiento desenfrenado y por la expresión, por el sentido de un exagerado dramatismo y un intenso colorido, que por la dulzura y el costumbrismo burgués de aquél. Fue muy amigo de Murillo y se dice que no se consideraba satisfecho de sus pinturas hasta que Murillo las examinaba y aprobaba. Faceta importante también en el arte de Valdés Leal es la de grabador, género en el que inició asimismo a sus colaboradores y discípulos, al igual que lo había hecho en la pintura mural y en el que dejó ejemplares de la calidad de su autorretrato (Biblioteca Nacional en Madrid), la custodia de Juan de Arfe de la catedral hispalense, restaurada bajo su dirección, y sobre todo las láminas del libro de Fernando de la Torre Farfán sobre las fiestas celebradas en Sevilla en 1671, con motivo de la canonización de San Fernando. Con Valdés Leal la escuela sevillana de pintura alcanzó el momento álgido de su barroquismo, dado que su arte, tanto por su sentido expresionista como por la soltura de su paleta, llega a presentir a Goya y a ejercer influencia sobre románticos e impresionistas franceses. La sala VIII del Museo de Bellas Artes de Sevilla está consagrada a Juan de Valdés Leal. (Información obtenida de Wikipedia) |