Aunque trabajando con maniática constancia durante las últimas cinco décadas, Ed Moses nunca se ha podido definir en términos de estilo. Ha experimentado desde el Expresionismo Abstracto hasta el Minimalismo, pasando por todos los puntos intermedios. En el proceso ha creado una diversidad de imágenes con predominancia abstracta, que fue ligando su trayectoria personal a la de los tiempos y circunstancias que iba viviendo. Una de las pocas características comunes de todas sus épocas, desde sus comienzos a la actualidad, es la ausencia del pincel en la elaboración de sus obras. Moses ha utilizado siempre un arsenal de paletas, espátulas, cuchillos y todo tipo de artilugios para el tratamiento de sus efectos lumínicos, visuales y transparencias.

Sus estudios como ilustrador y el trabajo en una fábrica de aviones durante la década del cincuenta, muestran su clara dependencia al dibujo técnico. Composiciones limpias, lineales y frontales. A finales de la década, sin embargo, toma contacto con el Expresionismo Abstracto, modificando radicalmente su imagen. Durante los años sesenta, Moses, interesado en el estudio de las formas y sus estructuras, se vuelca por completo al dibujo, perfeccionando cada vez más el detalle minimalista en sus obras, aunque manteniendo la expresividad de sus composiciones. En los años setenta se interesa por las culturas no occidentales. Utiliza iconografías de los indios navajos, y comienza un estudio sobre el Budismo Tibetano, orientándolo en cada vez más constantes cambios de imagen. A comienzos de los ochenta, entrando en la década del Neoexpresionismo, su obra vuelve a cambiar visceralmente de estética, acorde con el tiempo. En su obra más reciente, Moses retoma su capacidad de emulación icnográfica. Ya sea sobre lienzo o papel, con la insinuación de formas craneales simboliza su recurrente tema: la muerte.