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PINTURA ROMÁNICA

El románico es el primer estilo internacional de Europa. Surge hacia mediados del siglo XI y se desarrolla a lo largo del siglo XII, coexistiendo en la segunda mitad de este siglo con la iniciación del gótico. El nombre le fue aplicado en el siglo XIX por estimarse, erróneamente, que sus formas derivan fundamentalmente del arte romano. El románico es la culminación del largo proceso de ensayos que suponen los estilos prerrománicos, a los que se incorporan influencias bizantinas y orientales, que se reciben a través de Italia, España y, más tardíamente, por el contacto directo de los cruzados con las culturas del Mediterráneo oriental.

Tiene fundamental importancia el monasterio italiano de Montecassino, pues a través de él y merced a la orden benedictina se difunde el estilo por toda Europa, señalándose las variantes en relación con el carácter y tradiciones de los diversos estilos prerrománicos.

La pintura tuvo una importancia esencial en el período románico, tanto la mural, como la realizada sobre tabla, la miniatura. La pintura realzaba las formas arquitectónicas y dada la amplitud de los muros disponibles permitía el desarrollo de composiciones figuradas, en lo que colaboraba en la misión de adoctrinar a los fieles respecto a las creencias.

La formación de la pintura románica se debe al impulso e influencia ejercida por la pintura bizantina que llega al Occidente europeo a través de Italia. En el caso de la península ibérica, la influencia bizantina es notoria, aunque se dispone de elementos de juicio que apuntan otras posibles influencias prerrománicas.

En la pintura, el espacio no se concibe como el marco donde las figuras se sitúan, sino que son éstas las que generan el espacio. Los motivos representados captan toda la atención del observador, imponiendo su presencia sin otro marco de referencia que la figura en sí. La singularidad de las representaciones pictóricas se asegura mediante la utilización de unos colores no supeditados a la representación naturalista; no es de extrañar que encontremos toros verdes o caballos azules, pues la utilización de la gama cromática depende del contenido simbólico de la forma y de las relaciones entre colores primario y secundarios.

La riqueza de la pintura románica se manifiesta a través de tonos brillantes y puros con tendencia a las tintas planas, sin concesiones al claroscuro, pues éste es un recurso que acentúa el carácter corporal y naturalista de la realidad.

PINTURA MURAL:

Interesa al pintor románico la expresión de unas ideas, por lo que se tiende a las abstracciones y estilizaciones de carácter simbólico, con el deseo de ofrecernos una representación intelectualizada en la que rara vez tiene cabida el naturalismo narrativo, hasta fecha bastante avanzada.

En la organización de los programas iconográficos se suele destinar el ábside para la representación del Pantocrátor, dentro de la mandorla o almendra mística, sentado sobre el arco iris y a los lados el Tetramorfos, es decir, los símbolos de los evangelistas. A un nivel inferior se sitúan la Virgen y los apóstoles, distribuyéndose por las paredes del templo las escenas evangélicas o alegóricas dejando el muro de los pies para el Juicio Final. No obstante, este programa ideal, de inspiración bizantina, no se sigue con rigidez.

PINTURA SOBRE TABLA:

El modelo más frecuente es el frontal, denominación que modernamente comprende dos tipos de obras, el antependium, que se colocaba delante del ara, y el retablo, que se disponía sobre la mesa del altar. En un caso u otro es evidente la influencia de las obras de orfebrería prerrománicas, a las que se pretende imitar. La técnica utilizada para su ejecución es el temple, cubriendo la madera con yeso que suele ir sobre una tela adherida a la madera.

MINIATURAS:

En la miniatura europea sobresalen dos escuelas como más importantes, la italiana y la inglesa. La miniatura italiana se relaciona estrechamente con el arte bizantino, destacando como más característicos los rollos de pergamino (Exultet) que se utilizaba en las iglesias del sur de Italia en la ceremonia de la bendición del cirio pascual. La escuela inglesa se distingue por la complejidad decorativa de sus iniciales y el expresionismo de las representaciones, destacando en este aspecto la escuela de Winchester.